Crónica Andrés Birman
Foto Flor Giardino, gentileza de Andando Descalzo

La banda de Mataderos presentó “Media vida” ante una sala colmada. Con casi cuarenta canciones y grandes invitados, dio el show más importante de su historia.

Mientras la molesta e incesante lluvia caía sobre la Avenida Corrientes, una gran cantidad de personas esperaba en fila el momento de ingresar al Teatro Ópera. Es que Andando Descalzo llegaba al recinto por primera vez en 24 años de carrera y nadie quería perderse una fiesta asegurada. Algunos mataban la sed y la ansiedad con latas de cerveza y otros se acercaban al sector de boleterías para comprar un ticket de último momento. Del otro lado de la puerta, la rigurosidad con que se respetó el horario de inicio apuró a unos cuantos que corrían entre los pasillos e intentaban encontrar sus butacas. Poco tiempo después, casi nadie permanecería ya sentado.

A las nueve de la noche puntual, entre globos y aplausos, el grupo de Mataderos subió al escenario del que no se bajaría hasta casi tres horas más tarde. El punto de largada fue “Media vida”, canción que da título a su más reciente disco “que nos dio muchas satisfacciones” y fue seguida de “Un mundo”. Por un rato, no habría lugar para palabras y así es que sonaron una versión aggiornada de “Andar” (fragmento de “The Passenger”, de Iggy Pop incluido), “Náufrago” y recién al final de “Abrazado”, el cantante Juani Rodríguez -de camisa de jean abierta, remera blanca y pantalón marrón- saludó a los presentes: “Bienvenidos a esta hermosa noche. Gracias por todo el cariño que recibimos estos días”, dijo sonriente ante la ovación de toda la sala.

Rápidamente, la noche se encendió. Entonces llegó el turno de Juan Pablo Restivo, más conocido como Moskito, que rapeó sobre la base de “Hay una manera”. Continuó “El camino”, en la que se destacaron los instrumentos de viento, y cuando se oyeron los primeros acordes de “Hoy”, era mucha la gente de pie y bailando, imagen que se repetiría hasta el final del concierto. Ante este panorama, Rodríguez, que conoce bien el papel de frontman, remarcó el trabajo de los encargados de la seguridad: “Pensé que iban a estar apuntando con el láser, pero en el Ópera hay buena onda”, señaló.
En “Faro”, “una canción hermosa” muy festejada por el público, recibieron especialmente a Pepe Céspedes y Juan Bruno (bajista y guitarrista de Bersuit, respectivamente), pues fueron los productores del álbum que estaban presentando. “Hicimos un gran equipo”, reconoció el vocalista y confesó que “nunca imaginamos tocar acá”.

Luego, Palo Pandolfo acompañó a la banda en “Cuando llueve” (“La quinta armonía”, 2010) y el agite siguió con “La pipa”, “2 sin 3” y “Continuar”. La euforia bajó algunos cambios en “Aviador” y “Nada es igual”, pero la aparición de Fernando Ruíz Díaz, de Vanthra, para “Hoy quiero”, volvió a levantar la temperatura. El ex líder de Catupecu Machu pidió disculpas de antemano: “Es que estoy muy nervioso y emocionado por estar con los Descalzos acá, quizá me olvide la letra”, admitió.

Faltaba mucho aún, así que era hora de recordar el formato íntimo y arrabalero que el grupo inició hace cinco años y, junto a Nacho Santos (bandoneonista de la Orquesta Típica Ciudad Baigón) hicieron “Burton” y “Corazón”. Además interpretaron una versión cumbiera de “Ilógico”, cantada con Daniela Herrero y anunciaron un nuevo desafío que tendrán el 22 de junio en La usina del arte. Después, la trilogía integrada por “Ausencia”, “Estallar” y “Conformidad” mezcló pasado y presente, para subir tanto los decibeles que hasta Juani se sorprendió: “Alto quilombo hicimos”, manifestó.
En “Me voy”, sumaron a Diego Aput, en bajo y Piro Rosafa, en voz -de Cuyoman– y el líder de Andando dio por terminado el concierto “para los que están de la mitad hacia atrás, que pagaron re barato”. Ante la broma, el guitarrista Ariel Paladino lo tildó de “neoliberal” y el público coreó el famoso cantito contra la gestión de Mauricio Macri.

Cuando llegó la parte más bailable del recital, contaron con el apoyo de los percusionistas de La Bomba de Tiempo e incluyeron un enganche entre “Llorar que resolver” y “Sentí corazón” (con Hernán Saravia, de Pampa Yakuza), “Volveré” (en compañía de Cóndor Sbarbati, de Bersuit) y “Mostros” (con un grupo de bailarines que impuso una coreografía especial). Después de algunos movimientos, “En el mar” inició el tramo final.

Antes de un breve intervalo, Pablo Guerra -de Los Caballeros de la Quema– puso su guitarra al servicio de “Se fue” e “Impulso”, para la que se sumó Beto Olguín de Los Pérez García. Pero durante “Judast Priest” y “Cachivache”, desde las seis cuerdas se ensambló a la formación Miguel De Luna Campos, de Kapanga.
Ya habiendo cruzado la barrera de los treinta temas, quedaban varios bises; “Sin querer” (“Mil destinos”, 2004) y “Flor” pegados a dos del debut homónimo, de 2002: “Luz” y “Mi golosina” animaron, más todavía, a una platea incansable. Mientras sonaba “Nada terminó”, Juani recorrió lentamente las tablas y abrazó a cada uno de sus compañeros. Al final, todos los músicos, invitados y miembros del staff se despidieron muy emocionados. Pero, por la insistencia de todos, el sexteto agregó “Marinero”, la última de siempre, aunque “no estaba ensayada y mandamos cualquiera”.

El escenario y el teatro se vaciaron tan rápidamente como se habían llenado, mientras la gente feliz volvía a la calle (y la lluvia), a comentar el show y debatir acerca de en qué pizzería porteña matar ahora el hambre.

Andando Descalzo brindó uno de los shows más importantes de su extensa trayectoria y recibió el calor de sus seguidores y colegas. Parece ser un momento en el que su mensaje esperanzador, de seguir adelante pese de todo, calza perfecto. Justamente es eso lo que la agrupación hizo más de dos décadas. Parece ser, también, el comienzo de un gran año para los de Mataderos que, después de mucho trabajo empiezan a jugar en las grandes ligas, sin olvidar ni despegarse de sus raíces.