El grupo de Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Catriel Ciavarella transmitió un ensayo en su sala de Castelar. Los músicos se lucieron con versiones tranquilas en un clima de intimidad.

Sobre el final del sábado Divididos estrenó en su canal de YouTube un video que anunció apenas 24 horas antes en las redes sociales. El posteo invitaba a compartir un rato con ellos en el living de la banda. No abundaba la información, pero la expectativa era alta.

El trío inició la transmisión con un mensaje que puso un poco de contexto al asunto. El mismo contaba que los músicos se encontraron en su sala de Castelar el 10 de junio, para festejar sus primeros 33 años. Acomodaron los equipos con la intención de grabar una canción y subirla a las plataformas. Poco tiempo después regresaron y, al ver la escena, se pusieron a ensayar alejados de las estructuras de los temas y decidiendo qué tocar en ese instante. Lo que estaba a punto de comenzar era una situación íntima de uno de los grupos de rock más grandes del país.

“Se me llenó de hojas el bulín” fue el nombre que eligieron para este registro. Lo primero que apareció en foco fue la guitarra de Ricardo Mollo. Apenas se alejó la cámara pudo verse al cantante sentado en el piso y vistiendo una remera de los Who. Una imagen aérea mostraba una secuencia otoñal en pleno interior, con las hojas secas del título en el suelo y las alfombras; mientras sonaba “Los hombres huecos”, del debut “40 dibujos ahí en el piso” (1989) y una luz cálida iluminaba a los integrantes. Sin interrupciones, pegaron fragmentos de “Azulejo” y “Dame un limón”, sumadas a una versión en clave reggae de “Qué tal”, en la que se lució el bajista Diego Arnedo. Al final, el líder advirtió: “Cuidado con los enganchados”.



Enseguida, arrancó otra del primer disco, “Gárgara larga”, con destacada interpretación de Mollo en su Epiphone ES-295, al tiempo que cantaba: “Aún no sé si le temo a la muerte o a la soledad”. Continuaron con “El fantasio”, que sobre la marcha derivó en una de las canciones más emotivas de los últimos años, “Amapola del 66”. Después quedó en cuadro el bajo, entretanto de fondo algunos comentarios, como “nos adaptamos al sonido y se fue acomodando”, marcaban la atmósfera de la sesión.  

Pasada la breve interrupción, siguió “15-5”, de “Otroletravaladna” (1995), que concluyó con la propuesta de seguir “buscando el clima”. Para “Casitas inundadas, a votar”, el baterista Catriel Ciavarella dejó las escobillas que venía utilizando y tocó con los habituales palillos. Completó su set con un bombo legüero para la versión de “Vida de topos”, esta vez algunos cambios más abajo que la original, con la que terminó el encuentro.

43 minutos le bastaron a Divididos para alegrar a sus seguidores y mostrarse tan vigentes como siempre; en un plan tranquilo y relajado, pero cargado de emoción. Lo que surgió como la celebración del aniversario terminó en, como ellos dijeron, el ejercicio de la “telepatía”. Mientras tanto, 2021 parece estar acercándonos a la normalidad y esos encuentros largos en lugares repletos pronto podrían volver a concretarse.


Divididos en tiempos de aislamiento
La del sábado no fue la única aparición de “la aplanadora del rock” desde que la pandemia le puso un freno a la industria del espectáculo. Durante el año pasado lanzaron en las plataformas digitales tres nuevas composiciones: “Insomnio”, “Aburridos peligrosos” y “Cabalgata deportiva”. Además reversionaron -desde sus casas- “La ñapi de mamá”, con Javier Casalla; “Soy quien no ha de morir”, junto a David Lebón; “Sábado”, con aportes de Wos y Javier Zuker; “Guanuqueando”, en compañía de Soledad Pastorutti y “Mañana campestre”, para la que sumaron a Gustavo Santaolalla. También estrenaron “Tilcara, un poco más abajo del cielo”, un documental filmado en Jujuy y realizaron la presentación por streaming “Cuerpito limpio a brillar”. Cuando empezó a reactivarse el circuito, dieron shows presenciales en Córdoba, Rosario y Capital Federal.      

Mirá el ensayo abierto de Divididos: